miércoles, 30 de mayo de 2012

"A quien carajo le importan esos mundos tan particulares" - Osvaldo Soriano



Osvaldo Soriano opinó en La Nacion el 13 de enero de 1995 que un buen escritor no le puede endilgar sus pretensiones personales al lector . " Al amigo que me lee le pido que me lea solos las diez primeras paginas, y por eso trabajo tanto en las primeras . En la linea quince de una novela uno tiene que estar muy interesado porque si no, no va a seguir leyendo. No hay ni gun problema en la literatura ocupada en no dar mensajes , pero sepan que ahi no hay lectores. En genarl son libros muy aburridos. Despues de ciertas breves lecturas que uno hace al azar , yo me digo a quien carajo le importan esos mundos tan particulares que no dan mensaje de ningun tipo . Nada los acecha, nada les preocupa, no tienen peligros y no se ven venir alegrias fuertes . Sólo le importa al autor. Y si bien esto es lo más legitimo del mundo , el problema es que uno pretenda que le importes a los otros. Esto es especifico de la cultura argentina, no se da en ningún otro lugar del mundo.


Osvaldo Soriano, entre la enfermedad y la crónica periodística, hablo durante todos los inviernos en que vivió en Argentina con la voz grave de los escritores constantes y automotrices. Es el paradigma del narrador formado entre el humo a cigarrillo de las redacciones periodísticas, dueño de un estilo directo, llano y eficaz. Fanático del fútbol, la pasión por ese deporte marcó también hondamente su literatura, hasta escribir el deporte con letras amarillas de lentitud pasmosa. Muchos lo compararon con Robert Arlt, por su nula formación académica (dejó la secundaria en 3º año), pero se diferenció del autor de "Los siete locos" en la utilización del humor, mediante personajes que sabían reírse de sus propias desgracias, como si la antigüedad jamás hubiera existido o la Historia en sí fuera cosa de magnates.
Algunas curiosidades lo pintan de cuerpo entero: escribía de noche hasta las ocho de la mañana, como Rimbaud y todos los poetas insomnes, para posteriormente dormir hasta las cuatro de la tarde. Le fascinaban Internet y el mundo de la informática y sentía devoción por los gatos, como Baudelaire y Umbral. Murió el 29 de enero de 1997 en Buenos Aires, víctima de un cáncer de pulmón, igual que Quevedo en 1645 en Villanueva de los Infantes. Fue sepultado en el Cementerio de la Chacarita. Nos legó un mundo de extraños perdedores pueblerinos y de inolvidables historias tristes, los guiones cotidianos de la gente común que algunos menosprecian.
Osvaldo Soriano nació en Mar del Plata en enero de 1943. En 1973 publicó su primera novela "Triste, solitario y final", traducida a doce idiomas. En 1976, después del golpe de Estado, una acción de cuerpos al límite de la locura y del autochoque, Soriano se trasladó a Bélgica y luego vivió en París hasta 1984, año en que regresó a Buenos Aires. En 1983 se conoció en "No habrá mas penas ni olvido", llevada al cine por Héctor Olivera, que ganó el Oso de Plata en el festival de cine de Berlín. En 1983 se publicaron seis ediciones de "Cuarteles de invierno", ya considerada la mejor novela extranjera de 1981 en Italia, y llevada dos veces al cine. En 1984 apareció "Artistas, locos y criminales", y en 1988 "Rebeldes, soñadores y fugitivos", colecciones de textos e historias de vidas. Ese mismo año se publicó "A sus plantas rendido un león", la novela de más éxito editorial de los últimos años. Entre 1989 y 1990 escribió "Una sombra ya pronto serás", llevada al cine en 1994, una vez más, por Héctor Olivera . En 1993 publica "Cuentos de los años felices", historias cortas, la mayoría de las cuales aparecieron en el diario "Página/12", del cual Soriano era asiduo colaborador. Las novelas "Triste, solitario y final", "No habrá más penas ni olvido", "Cuarteles de invierno" y "A sus plantas rendido un león" han sido publicadas en veinte países y traducidas a los idiomas inglés, francés, italiano, alemán, portugués, sueco, noruego, holandés, griego, polaco, húngaro, checo, hebreo, danés y ruso. Osvaldo Soriano sabía que tras la vida queda siempre el misterio, la luz apagada o la casa encendida, el bello monstruo que baja de las colinas para adueñarse del mundo o la caja de Pandora, nunca se sabe.

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