jueves, 27 de febrero de 2014

Cien consejos para escribir

Gracias a La Leti por pasar esta info, escritora Rosarina a la que desde ya se recomienda que la lean!

100 Consejos para Escritores


Horacio Quiroga
1. Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.
2. Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
3. Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia
4. Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
5. No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
6. Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.
7. No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
8. Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
9. No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino
10. No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.
Roberto Bolaño
11. Nunca abordes los cuentos de uno en uno. Honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte. 
12. Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince. 
13. Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes. 
14. Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral. 
15. Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura. 
16. Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así. 
17. Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel.  Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval! 
18. Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges. 
19. La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra. 
20. Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas. 
21.Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas. 
22. Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.

Kurt Vonnegut
23. Utiliza el tiempo de un completo desconocido de forma que él o ella no sienta que lo está malgastando.
24. Dale al lector al menos un personaje con el que él o ella se pueda identificar.
25. Todos los personajes deben querer algo, aunque sea un vaso de agua.
26. Cada frase debe hacer una de estas dos cosas: revelar un personaje o hacer que la acción avance.
27. Empieza tan cerca del final como te sea posible.
28. Sé sádico. No importa cuán dulces e inocentes sean tus protagonistas, haz que les pasen cosas horribles (para que el lector compruebe de qué madera están hechos).
29. Escribe para contentar únicamente a una persona. Si abres la ventana para hacerle el amor al mundo, o lo mismo para hablarle, tu historia cogerá una neumonía.
30. Dale a tus lectores toda la información posible lo más rápido posible. Para mantener el suspense Al diablo con el suspense. Los lectores deben tener una idea general de lo que está pasando, cómo y porqué, de modo que puedan acabar la historia ellos mismos; las cucarachas pueden comerse las últimas páginas.
Julio Cortázar
31. No existen leyes para escribir un cuento, a lo sumo puntos de vista.
32. El cuento es una síntesis centrada en lo significativo de una historia.
33. La novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out.
34. En el cuento no existen personajes ni temas buenos o malos, existen buenos o malos tratamientos.
35. Un buen cuento nace de la significación, intensidad y tensión con que es escrito; del buen manejo de estos tres aspectos.
36. El cuento es una forma cerrada, un mundo propio, una esfericidad.
37. El cuento debe tener vida más allá de su creador.
38. El narrador de un cuento no debe dejar a los personajes al margen de la narración.
39. Lo fantástico en el cuento se crea con la alteración momentánea de lo normal, no con el uso excesivo de lo fantástico.
40. Para escribir buenos cuentos es necesario el oficio del escritor.
Julio Ramón Ribeyro
41. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector pueda a su vez contarlo.
42. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada, y si es inventada, real.
43. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.
44. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto, mejor. Si no logra ninguno de estos efectos, no sirve como cuento.
45. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin aspavientos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.

46. El cuento debe solo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.
47. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.
48. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.
49. En el cuento no deben haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.
50. El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.
Juan Carlos Onetti
51. No busquen ser originales. El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo.
52. No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Éste sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo.
53. No traten de complicar al lector, ni buscar ni reclamar su ayuda.
54. No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético.
55. No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escriban siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar.
56. No sigan modas, abjuren del maestro sagrado antes del tercer canto del gallo.
57. No se limiten a leer los libros ya consagrados. Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz, hoy son genios.
58. No olviden la frase, justamente famosa: 2 más dos son cuatro; pero ¿y si fueran 5?
59. No desdeñen temas con extraña narrativa, cualquiera sea su origen. Roben si es necesario.
60. Mientan siempre.
61. No olviden que Hemingway escribió: "Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela, que viene a ser lo más bajo en que un escritor puede caer."

Ernest Hemingway
62. Cuando un escritor escribe una novela, debería crear a gente viva; personas, no personajes.
63. Escribe frases breves. Comienza siempre con una oración corta. Utiliza un inglés vigoroso. Sé positivo, no negativo.
64. A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos.
65. Las personas de una novela, no los personajes construidos con habilidad, deben ser proyectadas desde la experiencia asimilada del escritor, desde su conocimiento, desde su cabeza, , desde su corazón y desde todo lo suyo.
66. Quería escribir como Cezanne pintaba. Cezanne empezaba con todos los trucos. Después destruía todo y empezaba de verdad.
67. Evita el uso de adjetivos, especialmente los extravagantes como "espléndido, grande, magnífico, suntuoso".
68. Por el amor de cristo, escribe y no te preocupes por lo que los muchachos dirán, ni de si será una pieza magistral o qué.
69. Seriedad absoluta en lo que se escribe, es una de las dos necesidades categóricas. La otra, por desgracia, es el talento.
70. Mi tentación siempre es escribir demasiado. Lo mantengo bajo control para no tener que cortar paja y reescribir. Los individuos que piensan que son genios porque nunca han aprendido a decir no a una máquina de escribir, son un fenómeno común.

71. Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal.
72. El don más esencial para un buen escritor es un detector de mierda interno, a prueba de choques. Es el radar del escritor y todos los grandes lo han tenido.

73. Un escritor de nuestro tiempo tiene que escribir lo que no ha sido escrito antes o superar a los escritores muertos en lo que hicieron. La única manera en que puede decir cómo va, es compitiendo con los hombres muertos… Pero la lectura de todos los buenos escritores podría desanimarlo. Entonces debe ser desanimado.
74. Para escribir me retrotraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir.

75. Evita lo monumental. Rehuye lo épico. El individuo que puede pintar cuadros enormes muy buenos, puede pintar cuadros pequeños muy buenos.
Augusto Monterroso
76. Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.
77. No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos –como hacen tantos– para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.
78. En ninguna circunstancia olvides el célebre díctum: "En literatura no hay nada escrito".
79. Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; jamás escribas nada con cincuenta palabras.
80. Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.
81. Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.
82. No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.

83. Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.
84. Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.
85. Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.
86. No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.
87. Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.
Gabriel García Márquez
88. Una cosa es una historia larga, y otra, una historia alargada.
89. Un escritor puede escribir lo que le de la gana siempre que sea capaz de hacerlo creer.

90. No creo en el mito romántico de que el escritor debe pasar hambre, debe estar jodido, para producir. 
91. Se escribe mejor habiendo comido bien y con una máquina eléctrica.
92. El final de un reportaje hay que escribirlo cuando vas por la mitad.
93. Hay que empezar con la voluntad de que aquello que escribimos va a ser lo mejor que se ha escrito nunca, porque luego siempre queda algo de esa voluntad.
94. Cuando uno se aburre escribiendo el lector se aburre leyendo.
95. No debemos obligar al lector a leer una frase de nuevo.
96. El autor recuerda más cómo termina un artículo que cómo empieza.
97. Es más fácil atrapar un conejo que un lector.
98. El deber revolucionario de un escritor es escribir bien.
99. Durante mucho tiempo me aterró la página en blanco. La veía y vomitaba. Pero un día leí lo mejor que se escribió sobre ese síndrome. Su autor fue Hemingway. Dice que hay que empezar, y escribir, y escribir, hasta que de pronto uno siente que las cosas salen solas, como si alguien te las dictara al oído, o como si el que las escribe fuera otro. Tiene razón: es un momento sublime.
Simone de Beauvoir
100. Escribir es un oficio que se aprende escribiendo.

sábado, 15 de febrero de 2014

Nacido de hombre y mujer, de Richard Matheson


X - Hoy cuando apareció la luz mamá me llamó monstruo. Eres un monstruo me dijo. Vi
en los ojos de mamá que estaba enojada. ¿Qué quiere decir monstruo?
Hoy cayó agua de arriba. Cayó por todas partes. Yo la vi. Vi la tierra por la ventanita. La
tierra se chupó el agua como una boca que tiene sed. Bebió demasiado y se enfermó y se
puso oscura. No me gustó.
Mamá es bonita yo sé. Donde yo duermo con todas las paredes frías alrededor tengo un
papel detrás de la estufa. Ahí dice “Estrellas de cine”. En las figuras veo caras como las
de mamá y papá. Papá dice que son bonitas. Una vez lo dijo.
Y también mamá dijo. Mamá tan bonita y yo bastante bien. Mírate dijo papá y no tenía
una cara buena. Le toqué el brazo y dije está bien papá. Papá se sacudió y se fue donde
yo no podía alcanzarlo.
Hoy mamá me sacó la cadena un rato así que pude mirar por la ventanita. Vi el agua que
caía de arriba.


XX - Hoy está amarillo arriba. Sé que lo miro y los ojos duelen. Después de mirar el
sótano es rojo

Me parece que eso es la iglesia. Se van de arriba. La máquina grande los traga y camina y
ya no está. En la parte de atrás está la mamita. Es mucho más chica que yo. Yo soy
grande. Es un secreto pero saqué la cadena de la pared. Puedo ver por la ventanita todo lo
que quiero.

Hoy cuando estuvo oscuro me comí la comida y unos bichos. Oí risas arriba. Me gusta
saber por qué hay risas. Saqué la cadena de la pared y me la envolví en el cuerpo. Fui
despacio a las escaleras. Gritan cuando yo las piso. Las piernas me resbalan porque por
las escaleras no camino. Los pies se me pegan a la madera.

Subí y abrí una puerta. Era un lugar blanco. Blanco como la luz blanca que viene de
arriba a veces. Entré y me quedé quieto. Oí otra vez risas. Caminé hasta el sonido y abrí
un poco una puerta y miré la gente. Era mucha gente. Pensé reír con ellos.

Mamá vino y empujó la puerta. Me golpeó y dolió. Caí para atrás en el piso liso y la
cadena hizo ruido. Lloré. Mamá silbó dentro de ella y se puso la mano en la boca. Tenía
los ojos grandes.

Me miró. Oí que papá llamaba. Qué cayó dijo. Mamá dijo la tabla de planchar. Ven a
ayudarme dijo. Papá vino y dijo bueno es tan pesada qué necesitas. Me vio y se puso
grande. Los ojos de papá se enojaron. Me golpeó. El líquido me salió de un brazo. El piso
quedó verde y feo.

Papá me dijo que fuera al sótano. Tuve que ir. La luz me dolía ahora en los ojos. No era
como en el sótano abajo.

Papá me ató los brazos y las piernas. Me puso en la cama. Arriba oí risas mientras yo
estaba quieto y miraba una araña negra que bajaba a donde estaba yo. Pensé lo que dijo
papá. Ohdios dijo. Y no tiene más que ocho.



XXX - Hoy papá puso otra vez la cadena en la pared antes de aparecer la luz. Tengo que
sacarla otra vez. Papá dijo que yo era malo si iba arriba. Me dijo que no lo haga otra vez
o me pegará fuerte. Eso duele.

Me duele. Dormí de día y puse la cabeza en la pared. Pensé en el lugar blanco de arriba



XXXX - Saqué la cadena de la pared. Mamá estaba arriba. Escuché risitas muy altas.
Miré por la ventanita. Vi toda gente chiquita como mamita y también papitos. Son
hermosos.

Estaban haciendo bonitos ruidos y saltaban por la tierra. Movían mucho las piernas. Son
como mamá y papá. Mamá dice que toda la gente normal es así.

Uno de los papás pequeños me vio. Señaló la ventana. Yo me fui resbalando por la pared
hasta abajo en lo oscuro. Me apreté para que no me vieran. Oí las voces junto a la
ventana y pies que corrían. Arriba unapuerta hizo ruido. Oí a la mamita que llamaba
arriba. Oí pies pesados y corrí al lugar de la cama. Puse la cadena en la pared y me acosté
mirando para abajo.

Oí a mamá que venía. Estuviste en la ventana me dijo. Escuché que estaba enojada. No te
acerques a la ventana me dijo. Sacaste otra vez la cadena.

Mamá tomó el palo y me golpeó. No lloré. No puedo hacer eso. Pero mi líquido corrió
por toda la cama. Mamá lo vio y se fue para atrás haciendo un ruido. Oh diosmíodiosmío
dijo por qué me hiciste esto. Oí que el palo caía en el piso. Mamá corrió y subió. Dormí
de día.



XXXXX - Hoy había agua otra vez. Cuando mamá estaba arriba oí a la mamita que
bajaba los escalones. Me escondí en la carbonera porque mamá se enoja si la mamita me
ve.

Mamita tenía una cosa pequeña viva. Caminaba en los brazos de ella y tenía las orejas en
punta. La mamita le hablaba.

Todo estaba bien pero la cosa viva me olió. Corrió a la carbonera y me miró con el pelo
todo duro. Hacía un ruido enojado en la garganta. Yo silbé pero la cosa saltó sobre mí.
Yo no quería lastimarla. Tuve miedo porque me mordió más fuerte que la rata. Yo la
agarré y la mamita gritó. Apreté fuerte la cosa viva. Hacía ruidos que yo nunca había
oído. La apreté más. Estaba toda aplastada y roja sobre el carbón negro.

Me escondí ahí cuando mamá llamó. Yo tenía miedo del palo. Mamá se fue. Subí por el
carbón con la cosa. La escondí debajo de la almohada y me acosté encima. Puse la
cadena en la pared otra vez.



X - Hoy es otro día. Papá puso la cadena apretada. Me duele porque me golpeó. Esta vez
le saqué el palo de la mano y después hice ruido. Papá se fue y tenía la cara blanca. Salió
corriendo de mi lugar y cerró la puerta con llave.

No estoy tan contento. Todo el día hace frío aquí. La cadena tarda mucho en salir de la
pared. Y estoy muy enojado con mamá y papá. Les mostraré. Haré lo mismo que otro día.
Primero gritaré y me reiré fuerte. Correré por las paredes. Después me colgaré cabeza
para abajo de todas mis piernas y me reiré y echaré verde por todas partes hasta que ellos
estén tristes porque no fueron buenos conmigo.

Y si quieren golpearme otra vez los lastimaré. Sí los lastimaré.


jueves, 2 de agosto de 2012

Escribir Ciencia Ficción - Isaac Asimov




Isaac Asimov (ˈaɪzək ˈæzəməf; en ruso А́йзек Ази́мов -Áizek Azímov-, nombre original Isaak Yudovich Ozimov: И́саак Юдович Ози́мов -Ísaak Ozímov-) (Petróvichi, República Socialista Federativa Soviética de Rusia, 2 de enero de 1920Nueva York, Estados Unidos, 6 de abril de 1992), fue un escritor y bioquímico ruso, nacionalizado estadounidense, conocido por ser un exitoso y excepcionalmente prolífico autor de obras de ciencia ficción, historia y divulgación científica.1

La obra más famosa de Asimov es la Saga de la Fundación, también conocida como Trilogía o Ciclo de Trántor, que forma parte de la serie del Imperio Galáctico y que más tarde combinó con su otra gran serie sobre los robots. También escribió obras de misterio y fantasía, así como una gran cantidad de textos de no ficción. En total, firmó más de 500 volúmenes y unas 9.000 cartas o postales. Sus trabajos han sido publicados en 9 de las 10 categorías del Sistema Dewey de clasificación.

Asimov, junto con Robert A. Heinlein y Arthur C. Clarke, fue considerado en vida como uno de los "tres grandes" escritores de ciencia ficción.

La mayoría de sus libros de divulgación explican los conceptos científicos siguiendo una línea histórica, retrotrayéndose lo más posible a tiempos en que la ciencia en cuestión se encontraba en una etapa elemental. A menudo brinda la nacionalidad, las fechas de nacimiento y muerte de los científicos que menciona, así como las etimologías de las palabras técnicas.

Asimov fue miembro de Mensa durante mucho tiempo, a cuyos miembros describía como "intelectualmente combativos". Disfrutaba más de la presidencia de la Asociación Humanista Estadounidense, una organización de ideología atea.

En 1981 se nombró a un asteroide, el 5020 Asimov en su honor. Actualmente el robot humanoide de Honda se conoce como "ASIMO", aunque dicha empresa haya desmentido varias veces que el nombre tenga algo que ver con el del autor.


A menudo recibo una carta de algún joven afanoso, aspirante a escritor, que me pide algunas "sugerencias" sobre el arte de escribir ciencia ficción.

Tengo la sensación de que estos jóvenes piensan que debe existir alguna fórmula mágica que los profesionales mantienen celosamente en secreto, pero que yo, como soy un tipo tan bueno, voy a revelar.

Lo siento, pero no hay tal cosa, no hay fórmula mágica, ni trucos secretos, ni atajos escondidos.

Lamento tener que decirle que es cosa de mucho trabajo durante largo tiempo. Si usted conoce algunas excepciones a esta regla, se trata precisamente de eso: de excepciones.

De todas maneras, hay algunos principios generales que, según mi modo de ver, podrían ser útiles. Son éstos:

Usted tiene que prepararse para una carrera de escritor exitoso de ciencia ficción de la misma manera que lo haría para cualquier otra profesión altamente especializada. Primeramente, tiene que aprender a usar sus herramientas, tal como un cirujano debe hacerlo con las suyas. La herramienta básica para cualquier escritor es su lengua, lo que significa que usted debe desarrollar un buen vocabulario y refrescar sus conocimientos de cosas tan prosaicas como la ortografía y la gramática.

El vocabulario está por encima de toda discusión, pero puede ser que usted piense que la ortografía y la gramática son cosas superfluas. Después de todo, si usted escribe una historia brillante y espléndida, seguramente el jefe de redacción estará encantado de corregir su ortografía y su gramática. ¡No es así! Él no lo hará.

Además, se lo dice un veterano, si su ortografía y su gramática son desastrosas, usted no puede escribir una historia brillante y espléndida. Quien no sabe usar la sierra y el martillo no fabrica muebles magníficos.

Aun si usted fue aplicado en el colegio, desarrolló su vocabulario, sabe deletrear "sacrilegio" y "sobreseer" y nunca dice "entre usted y mí" o " nunca no hice nada", eso no basta. Están también la estructura sutil de la oración y la construcción estilística del párrafo. Está el entrelazamiento inteligente de la trama, el manejo de los diálogos y miles de otros enredos.

¿Cómo hace usted para aprender todo eso? ¿Lee libros sobre cómo escribir o asiste a clases sobre el tema o a conferencias? Todas estas cosas tienen valor inspirativo, seguro, pero no van a enseñarle lo que usted quiere saber realmente.

Lo que sí ha de enseñárselo es la lectura detenida de los maestros de la prosa. Esto no significa que usted se obligue durante años a quedarse dormido sobre los clásicos aburridos. Los buenos escritores son invariablemente fascinantes; ambas cosas van juntas. A mi juicio, los escritores de lengua inglesa que hacen el mejor uso de la palabra justa en el momento preciso y que arman sus oraciones y párrafos con la mayor habilidad y estilo son: Charles Dickens, Mark Twain, y P.G. Wodehouse. Léalos; también a otros, pero con atención. Representan su aula.

Observe lo que hacen y trate de explicarse por qué lo hacen. No sirve de nada que se lo explique otra persona. Hasta que usted mismo no lo vea, no hay nada que pueda ayudarlo.

Pero supongamos que a pesar de sus esfuerzos usted no termina de aprender. Bueno, puede ser que usted no sea escritor. No es una desgracia. Siempre le queda la posibilidad de dedicarse a alguna profesión ligeramente inferior, como la cirugía o la presidencia de Estados Unidos. No será lo mismo, por supuesto, pero no todos podemos ascender a las alturas.

En segundo lugar, para llegar a ser un escritor de ciencia ficción no basta con conocer la lengua, también hay que saber de ciencia. Puede que usted no quiera hacer mucho uso de la ciencia en sus historias, pero de todas maneras tendrá que conocerla, para que lo que utilice esté bien utilizado.

Esto no significa que usted tenga que ser un científico profesional o un egresado de una carrera científica. No necesita ir a la universidad. Pero sí significa que tiene que estar dispuesto a estudiar ciencia por su cuenta, si su educación formal fue débil en ese aspecto.

No es algo imposible. Uno de los mejores escritores de ciencia ficción "dura" es Fred Pohl, que ni siquiera terminó la secundaria. Por supuesto que hay muy poca gente que es tan brillante como Fred, pero usted puede escribir mucho peor que él y ser todavía bastante bueno.

Afortunadamente, ahora se publica mucha más ciencia de divulgación de buena calidad que en las generaciones anteriores, y usted puede aprender mucho, con bastante poco esfuerzo, si lee los ensayos de algunos autores de ciencia ficción como L. Sprague de Camp, Ben Bova y Poul Anderson, o incluso Isaac Asimov.

Más aun, los científicos profesionales están escribiendo ahora también eficazmente para el público, como lo testimonian los magníficos libros de Carl Sagan. Y siempre está la revista Scientific American.

En tercer lugar, aun si usted sabe ya bastante de ciencia y también aprendió a escribir, todavía no es seguro que pueda sacar algo coherente de ambas cosas a partir de sus borradores. Deberá convertirse en un lector diligente de la ciencia ficción misma para aprender las convenciones y los trucos del oficio, como, por ejemplo, entretejer el medio ambiente con la trama.

jueves, 26 de julio de 2012

Macedonio, una leyenda de Buenos Aires



Es uno de los autores más originales de la literatura hispanoamericana. A más de 50 años de su muerte, sus textos todavía ofrecen claves y sorpresas. De él se ha dicho que es el "eslabón perdido" de la literatura argentina, el "antepasado moral común" de escritores como Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal, Oliverio Girondo y Julio Cortázar.
 
Por Roberto Bardini
Macedonio Fernández
Rebanadas de Realidad - Bambú Press, México, 01/06/05.- El interés de Macedonio Fernández por la filosofía, la psicología y las ciencias, sobre todo la física, contribuyó a una formación ecléctica y erudita. Quizá por eso su obra permanece aún hoy inclasificable.
"Su fárrago apabullante desafía cualquier orden y despista cualquier investigación; su multifacética inventiva despliega la genialidad humana en su máximo esplendor; sus prodigiosos hallazgos del pensar-escribiendo logran construir un mundo extraño, imaginativo y fantástico", escribe Ana María Camblong ("El paisaje del pensar. Macedonio en Misiones", Sed, suplemento de cultura del diario El territorio, 18 de abril de 2000).
Nacido el mismo año que Leopoldo Lugones y siete años menor que Roberto Payró, aunque es parte de la generación del 900, Macedonio Fernández ingresa al mundo de la literatura impresa recién en 1924, cuando ya han fallecido varios de sus contemporáneos.
"Prefirió la soledad, la obra escrita a contramano y en el anonimato, la publicación ocasional u obligada y que nada concluye, la actitud iconoclasta hasta para consigo mismo", dice el crítico y ensayista uruguayo Emir Rodríguez Monegal ("Macedonio Fernández, Borges y el ultraísmo", revista Número Nº 19, Montevideo, abril-junio de 1952).

Datos terrenales
Macedonio nace en Buenos Aires el primero de junio de 1874. Es hijo de Macedonio Fernández, abogado y estanciero -alguna biografía apunta que también fue militar- y de Rosa del Mazo Aguilar Ramos. Asiste al Colegio Nacional y más tarde estudia Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires, donde es condiscípulo y amigo de Jorge Borges, padre de Jorge Luis. Con Borges padre comparte el interés por el estudio de la psicología y por la filosofía de Arthur Schopenhauer.
Durante 1891-1892, como estudiante universitario, Macedonio publica una serie de crónicas costumbristas en El Progreso, un periódico literario dirigido por su primo Octavio Acevedo. En 1896 comienza a escribir artículos para revistas y diarios.
En 1897, egresa de la Universidad como doctor en jurisprudencia. Con el diploma en la mano, lo primero que hace ese año es participar con varios amigos de un proyecto para la fundación de una colonia socialista en la selva de Paraguay. La comuna se iba a establecer en la propiedad que la familia de Julio Molina y Vedia tenía en el país vecino. El clima, el terreno, y los mosquitos derrotaron a los utopistas. Fue "mi más grande crisis de los 22 años, cuando yo era anarquista spenceriano", escribirá Macedonio. Aunque era amigo de Juan B. Justo y José Ingenieros, nunca se sintió atraído por el socialismo.
En 1901 se casa con Elena de Obieta, con quien tiene cuatro hijos: Macedonio, Adolfo, Jorge y Elena. Vive en Bartolomé Mitre 2120 y es miembro del Club Gimnasia y Esgrima.
En 1905 inicia su correspondencia con el filósofo y psicólogo estadounidense William James, hermano del escritor Henry James. La relación epistolar se mantiene hasta la muerte de James en 1911.
Durante 25 años, Macedonio ejerce la abogacía sin demasiado entusiasmo. En 1910, acepta el nombramiento como fiscal en el Juzgado Letrado de Posadas (Misiones), donde también es director de la biblioteca y conoce al escritor Horacio Quiroga. Leguleyos y burócratas locales conspiran contra "el porteño" y logran dejarlo cesante. Durante mucho tiempo se contará como anécdota que perdió el cargo porque nunca condenó a nadie.
Su esposa fallece en 1920, luego de una operación quirúrgica, y los cuatro hijos quedan al cuidado de abuelos y tías. Macedonio abandona la profesión de abogado. Vive austeramente en pensiones del barrio Once y Tribunales. Sus únicas posesiones son un sartén, un calentador Primus, una pava para el mate, una guitarra y una fotografía de William James. Medita, escribe, toca la guitarra, escucha música. Recibe las visitas de dos españoles notables: el periodista y escritor Ramón Gómez de la Serna y el poeta Juan Ramón Jiménez.
En 1947, luego de dos décadas de deambular por modestos hospedajes y casas de amigos, se va a vivir al amplio departamento de su hijo Adolfo de Obieta, frente al Jardín Botánico. Se dedica exclusivamente a escribir una obra que comenzará a editarse después de su muerte.

A espaldas de su generación
"Mientras Hispanoamérica vivía su gloriosa aventura modernista, Macedonio vivía un silencioso período de preparación", apunta Jo Anne Engelbert en "El proyecto narrativo de Macedonio" (Museo de la novela de la Eterna, edición crítica de Ana María Camblong y Adolfo de Obieta, Colección Archivos, Madrid, 1993).
Cuando Payró y Lugones ya eran conocidos, Macedonio se aparta de los estilos convencionales y continúa en la búsqueda de la imaginación creadora. "Él pareció haber elaborado, en olvidadas casas de pensión bonaerenses, entre papeles desordenados y una guitarra, envuelto en incontados sacos de lana, a espaldas de su generación, el instrumento intelectual y poético con que superarla", escribe Rodríguez Monegal en "Macedonio Fernández, Borges y el ultraísmo".
En la novela convencional el lector "cree" voluntariamente lo que lee y se identifica con las situaciones y los personajes. A eso Macedonio lo define despectivamente como "alucinación". Él persigue otro objetivo: "He logrado en toda mi obra escrita ocho o diez momentos en que, creo, dos o tres renglones conmueven la estabilidad, la unidad de alguien".
La producción literaria de Macedonio es intensa pero alejada de los grupos literarios de su época. Rescribe permanentemente y siempre mantiene sus textos en situación "previa" a la impresión. Sólo ante la insistencia de amigos publica No toda es vigilia la de los ojos abiertos en 1928.
Al año siguiente se imprime Papeles de recienvenido. A partir de ahí, salvo algunas publicaciones ocasionales de artículos y ensayos en revistas, su obra queda reservada a un pequeño público de escritores. Jorge Luis Borges escribe en 1961: "Macedonio nos proponía el ejemplo de un modo intelectual de vivir". 

La admiración de Borges
En Fervor de Buenos Aires, el primer libro de poesía publicado por Borges en 1923, hay un poema que se titula "La plaza San Martín" y tiene una dedicatoria: "A Macedonio Fernández, espectador apasionado de Buenos Aires". Alguien dijo, burlonamente que Macedonio fue para Borges el equivalente a Sócrates. El autor de El Aleph intentó, sin lograrlo, ser Platón.
En 1952, después que Macedonio muere, Borges lee un homenaje ante su tumba, en el que reconoce: "Yo por aquellos años lo imité, hasta la transcripción, hasta el apasionado y devoto plagio. Yo sentía: Macedonio es la metafísica, es la literatura. Quienes lo precedieron pueden resplandecer en la historia, pero eran borradores de Macedonio, versiones imperfectas y previas. No imitar ese canon hubiera sido una negligencia increíble".
Tiempo después, en una extensa entrevista, el autor de Ficciones vuelve sobre el tema: "Yo le robé un poco los papeles a Macedonio: Macedonio no quería publicar, no tenía ningún interés en publicar, y no pensó en lectores tampoco. Él escribía para ayudarse a pensar, y le daba tan poca importancia a sus manuscritos, que se mudaba de una pensión a otra por razones, bueno, fácilmente adivinables. [...] Con los amigos decíamos: ¡Qué suerte la nuestra!, haber nacido en la misma ciudad, en la misma época, en el mismo ambiente que Macedonio" (Oswaldo Ferrari, Diálogos, Seix Barral, Barcelona, 1992).
Macedonio, a su vez, es muy generoso con su admirador. En el epígrafe de "Cirugía psíquica de extirpación", cuento publicado en 1941 en la revista Sur, comenta: "Nací porteño y en un año muy 1874. Todavía no, pero muy poco después empecé a ser citado por Jorge Luis Borges, con tan poca timidez de encomios que por el terrible riesgo a que se expuso con esta vehemencia comencé a ser yo el autor de lo mejor que él había producido. Fui un talento de facto, por arrollamiento, por usurpación de la obra de él. Qué injusticia, querido Jorge Luis, poeta del 'Truco', de 'El general Quiroga va al muere en coche', verdadero maestro de aquella hora" (Sur Nº 84, septiembre de 1941).
Borges figura en la historia literaria como cuentista y, en menor grado, como poeta y ensayista. Nunca escribió una novela. ¿Qué habrá pensado al leer esta línea de su admirado Macedonio: "Fatuo academismo es creer en el cuento; fuera de los niños nadie cree".

El arte de ser escuchado
A Macedonio le gustaba reunirse con amigos y conversar. Era muy creativo, tenía ideas originales y exhibía un humor punzante. Sin embargo, hablaba con modestia. Escritores, poetas, músicos e intelectuales sucumbían ante su fascinación y lo escuchaban durante horas.
Raúl Scalabrini Ortiz lo describe así: "Es suave y cauto para hablar. No prodiga sus palabras. Escucha en silencio, pero si su interlocutor se desvía del recto camino, Macedonio le orienta con interrogaciones socráticas, articuladas negligentemente. Destruye las vehemencias sin atacarlas, oponiéndoles un concesivo '¿le parece?' que es una invitación a reflexionar ("Macedonio Fernández, nuestro primer metafísico", revista Nosotros N° 228, mayo de 1928).
Tomás Eloy Martínez también entrevistó a Borges, quien recordó las reuniones de Macedonio y sus oyentes: "Su excelencia estaba en el diálogo, y tal vez por eso pueda asociárselo a genios que no escribieron nunca, como Sócrates o Pitágoras, o aún como Buda o Cristo. Lo primordial era su compañía" (diario La Opinión, Buenos Aires, 23 de junio de 1974).
En la entrevista ya mencionada con Oswaldo Ferrari, Borges relata que un grupo de amigos se juntaba todos los sábados en la confitería La Perla, en la esquina de Rivadavia y Jujuy, en Once, para escuchar a Macedonio:
"Nos reuníamos más o menos alrededor de medianoche, y nos quedábamos hasta el alba oyéndolo [...]. Y Macedonio hablaba cuatro o cinco veces cada noche, y cada cosa que decía, él la atribuía -por cortesía- al interlocutor. De modo que empezaba siempre diciendo -él era muy criollo para hablar-: 'Vos habrás observado, sin duda'; y luego una observación en la que el otro nunca había pensado. Pero a Macedonio le parecía más... más cortés atribuir sus pensamientos al otro, y no decir 'yo he pensado tal cosa', porque le parecía una forma de presunción o de vanidad".
Rodríguez Monegal escribe en "Macedonio Fernández, Borges y el ultraísmo", ya citado:
"Instalado en su Buenos Aires, atento a sus costumbres y usos, [...] censor del idioma y de la mitología que la propia ciudad iba creando, Macedonio pudo recoger aquellos rasgos permanentes, aquellas constantes del alma porteña y pudo fijarlas en sus páginas bajo la máscara del criollismo. La haraganería y el desorden, el rodeo y las disculpas, el gusto por farolear y la novelería de lo superficial, las instituciones nacionales (a saber: la siesta, los brindis, las inauguraciones de monumentos, los latosos de esquina que sujetan a sus víctimas por las solapas), la cachada y la viveza, [...] todos esos rasgos, en fin, con los que podría configurarse un tratado del porteño, y que él en vez de sistematizar prefirió recoger, con sus infinitas variantes, con sus improvisaciones a veces geniales, en páginas breves y desiguales".

Humorista, raro y libre
En 1892, Macedonio firma algunos artículos costumbristas en El Progreso, periódico que dirige su primo Octavio Acevedo. Aunque apenas tiene 17 o 18 años, ya exhibe su humor:
"Hace algunos días fui a una casa de baños [...] donde se ofreció a mis ojos el espectáculo más pintoresco que imaginarse pueda. El traje de etiqueta de los que allí se solazaban, era adanesco; saco a lo Adán, pantalón como Adán y, en fin, todas las demás prendas del vestido eran igualitas a las que estaban de moda en tiempo del que tuvo por mujer a su costilla. Primera observación: esta uniformidad de trajes ¿qué indica?: acuerdo de opiniones, y, por consiguiente, democracia absoluta".
En su vida familiar, Macedonio era capaz de intentar -con toda la naturalidad del mundo- usar un vaso como martillo contra un clavo. Adolfo de Obieta describe en Mi padre, Macedonio Fernández algunos rasgos del escritor:
"Creo que mi padre ha sido la persona más 'rara' que habré conocido, más natural y sinceramente diferente. Sus ideas, sus costumbres, su arte, sus planteos y soluciones teóricas y prácticas parecían seleccionadas de la antología de la heterodoxia. [...] Vivía en humor, en poesía, en libertad, en fantasía. Si jugaba al florete en la cuidada sala familiar y atravesaba de pronto el respaldo de una butaca finamente tapizada, como si furtivamente sustituía el tónico de un frasco por agua de la canilla para librarnos de la farmacia, era con espontaneidad absoluta. Sus ideas sobre la educación, el gobierno, la estructura social, la guerra, la música, la mujer, la universidad, la higiene, el deporte, los idiomas, la orquesta, las academias, siempre eran pensadas por sí mismo, fruto inviolable de la experiencia. Pero no sólo sus ideas: sus hábitos como ciudadano, como padre, como comensal o artista, todo era tan heterodoxo como sincero".
En 1927, Macedonio se postula como candidato a presidente de la nación. Es un pretexto para desplegar una campaña electoral surrealista, con la complicidad de sus amigos. Fue "vencido" por Hipólito Irigoyen.
Poco después de la muerte de su esposa, Macedonio va a la oficina de un amigo, se sienta y escribe de un tirón el poema "Elena Bellamuerte", hoy considerado una obra maestra. Al terminar lo guarda en una lata de bizcochos y se va. El manuscrito se descubre en 1940. Su hijo Adolfo lo envía a la revista Sur, que lo publica al año siguiente.
En 1943 escribe: "El mayor peligro que se corre publicando a esta altura de la vida una novela es que se nos ignore la edad: la mía es de 73, y espero que esto me evitará un prospectivo juicio como: '...siendo la primera novela del autor, le auguramos un halagüeño porvenir si persevera con firme voluntad y disciplina en sus inauguraciones estéticas. De todos modos, esperamos sus futuras obras para cerrar nuestro juicio definitivo'. Con tal postergación, me quedo sin posteridad".
Una muestra de su humor, breve y absurdo, se lee en estas líneas: "Eran tantos los que habían faltado al banquete que si falta uno más no caben en la sala".
Museo de la novela de la Eterna no es una novela ni pretende serlo. Tiene 56 prólogos, a cual de todos más desopilante, y ahí está su auténtica intención. Lo que sigue a los prólogos, carece deliberadamente de fuerza y al final queda sin terminar para que el lector la continúe a su gusto. Definida como "novela collage", según los críticos inaugura la "literatura inasible con su escritura intencionalmente fragmentaria, desordenada y descentrada".

Dejad que las editoriales vengan a mí
A Macedonio nunca le interesó publicar sus libros. Son amigos argentinos, mexicanos, peruanos y españoles, además de su hijo Adolfo, los que se encargan de hacerlo por él.
En "El proyecto narrativo de Macedonio", Jo Anne Engelbert señala que con la excepción de No toda es vigilia..., todos los libros preparados para la publicación antes de su muerte en 1952 fueron rescatados y entregados a editoriales por otros.
Su primer texto No todo es vigilia la de los ojos abiertos, un largo ensayo metafísico, sale de la imprenta en 1928 por insistencia de Marechal y Scalabrini Ortiz. Su título original es No toda es vigilia la de los ojos abiertos: Arreglo de papeles que dejó un personaje de novela creado por el arte, Deunamor el No Existente Caballero, el estudioso de su esperanza.
Según Borges, Papeles de Recién venido se edita en 1929, gracias a "una generosa conspiración" tramada por el escritor mexicano Alfonso Reyes, quien favoreció a muchos autores argentinos.
Engelbert relata que Una novela que comienza es rescatada por el escritor peruano Alberto Hidalgo, quien junto con su compatriota Luis Alberto Sánchez impulsa su publicación en la editorial Ercilla, de Chile. Sánchez, político y educador, ordena los originales e incluye un prólogo.
El poeta santafecino Marcos Fingerit publica en 1942 una colección de poemas de Macedonio en un pequeño volumen titulado Muerte es Beldad. Ahí aparece la versión original de "Elena Bellamuerte", apenas descubierta en la lata de bizcochos guardada en el armario de un despacho jurídico.
El escritor y periodista español Ramón Gómez de la Serna organiza una nueva y más amplia versión de Papeles de Recienvenido, que publica la editorial Losada en 1944.
El último libro preparado por Adolfo de Obieta para su publicación en vida de Macedonio fue Poemas, que imprimió póstumamente la editorial mexicana Guarania en 1953. También se publican en forma póstuma Museo de la novela de la Eterna (1967), Cuadernos de todo y nada (1972) y Adriana Buenos Aires (1974). Este último año, la editorial argentina Corregidor comienza a editar los diez tomos de sus Obras Completas.

Filósofo, poeta y novelista
Macedonio Fernández muere el 10 de febrero de 1952, a los 78 años, lúcido hasta el último instante.
Leopoldo Marechal, uno de sus mejores discípulos, dice que Macedonio pertenece a la categoría de los que "dejan de ser hombres de la literatura para pasar a ser verdaderas leyendas de Buenos Aires". Gómez de la Serna lo define como "el que más ha influido en las letras dignas de leerse". Ulyses Petit de Murat lo llama "semidiós acriollado".
En cambio, Adolfo Bioy Casares, esquiva el elogio: "Macedonio Fernández me parece ilegible. Creo que debía ser un sabio oral, pero que no ha dejado casi nada que se pueda leer" ("Conversando con Bioy Casares: una invitación al viaje", entrevista de Tomás Barna, abril de 1997).
Borges, amigo de Bioy y admirador de Macedonio, lo describe con sincera elocuencia, en la despedida frente a su tumba:
"Un filósofo, un poeta y un novelista mueren en Macedonio Fernández, y esos términos, aplicados a él, recobran un sentido que no suelen tener en esta república.
"Filósofo es, entre nosotros, el hombre versado en la historia de la filosofía, en la cronología de los debates y en las bifurcaciones de las escuelas; poeta es el hombre que ha aprendido las reglas de la métrica (o que las infringe, ostentosamente) y que sabe, también, que puede versificar su melancolía, pero no su envidia o su gula, aunque tales pasiones sean fundamentales en él; novelista es el artesano que nos propone cuatro o cinco personas (cuatro o cinco nombres) y los hace convivir, dormir, despertarse, almorzar y tomar el té hasta llenar el número exigido de páginas. A Macedonio, en cambio, como a los hindúes, las circunstancias y las fechas de la filosofía: no le importaron, pero sí la filosofía. Fue filósofo, porque anhelaba saber quiénes somos (si es que alguien somos) y qué o quién es el universo. Fue poeta, porque sintió que la poesía es el procedimiento más fiel para transcribir la realidad. Macedonio, pienso, pudo haber escrito un Quijote cuyo protagonista diera con aventuras reales más portentosas que las que le prometieron sus libros. Fue novelista, porque sintió que cada yo es único, como lo es cada rostro, aunque razones metafísicas lo indujeron a negar el yo. Metafísicas o de índole emocional, porque he sospechado que negó el yo para ocultarlo de la muerte, para que, no existiendo, fuera inaccesible a la muerte.
"Toda su vida, Macedonio, por amor de la vida, fue temeroso de la muerte, salvo (me dicen) en las últimas horas, en que halló su coraje y la esperó con tranquila curiosidad.
[...] Las mejores posibilidades de lo argentino -la lucidez, la modestia, la cortesía, la íntima pasión, la amistad genial- se realizaron en Macedonio Fernández, acaso con mayor plenitud que en otros contemporáneos famosos. Macedonio era criollo, con naturalidad y aun con inocencia, y precisamente por serlo, pudo bromear (como Estanislao del Campo, a quien tanto quería) sobre el gaucho y decir que éste era un entretenimiento para los caballos de las estancias.
"[...] Definir a Macedonio Fernández parece una empresa imposible; es como definir el rojo en términos de otro color; entiendo que el epíteto genial, por lo que afirma y lo que excluye, es quizá el más preciso que puede hallarse. Macedonio perdurará en su obra y como centro de una cariñosa mitología. Una de las felicidades de mi vida es haber sido amigo de Macedonio, es haberlo visto vivir".