China Tom Miéville (6 de septiembre de 1972, Norwich - ), escritor británico de fantasía. Miéville nació en Willesden, un barrio de clase trabajadora al noroeste de Londres,
donde ha vivido desde la infancia. Creció junto a su madre, que era
profesora, y su hermana. Sus padres se separaron justo después de su
nacimiento, de manera que Miéville suele decir que nunca ha conocido a
su padre realmente. A los 18 años, en 1990, se marchó a Egipto, donde permaneció un año enseñando inglés. Allí desarrolló un creciente interés por la cultura árabe y la política de Oriente Medio.
Otra reseña sobre la entropía:
La Estación de la calle Perdido [2000] por China Miéville.
Madrid: La factoría de ideas, 2001. 588 p. (Solaris ficción, 20)
Por: H. Augusto Botia*
La Estación de la calle Perdido [2000] por China Miéville.
Madrid: La factoría de ideas, 2001. 588 p. (Solaris ficción, 20)
Por: H. Augusto Botia*
En una entrevista de hace algunos años
Miéville, a esa rancia pregunta de manual por la chispa que origina la
escritura de varias de sus novelas emparentadas, solo responde: los monstruos.
Ellos son la población de su mundo, mundo que tal vez sea un universo:
Bas-Lag. Ficción que no aspira a épica ejemplarizante. Desde aquí
podríamos desviarnos a comentar la opinión que dió del venerado y
explotado Tolkien pero apenas dejo la referencia para que los lectores
curiosos escarben.
La postura de Miéville sobre el porqué de
su obra resulta bastante refrescante. Esto a causa de que no es la
nuestra una época en que la imaginación utópica pueda cambiar esa idea
escapadiza que llamamos realidad, ni que persigua algún lenguaje
totalmente nuevo y en que prácticamente toda la producción cultural
anglosajona, en especial la audiovisual, es reciclaje sin disimulo. Este
libro acepta tales condiciones y en medio de la incertidumbre crea un
lugar factible dado que en él lo familiar bordea la extrañeza. No finge
ser un libro de otro tiempo.
El lazo entre este planeta azul y Bas-Lag
es difuso, de seguro existe y sobre todo es de un retorcido sabor
añejo. Ambas distopías parecen ahogarse en medio de procesos inacabados y
seres monstruosos. Este es el paso que Miéville da cuando crea ese
mundo familiarmente extraño. Va al corazón de la metáfora del mal como
deformidad y la deja desnuda. No existe deformidad que indique maldad y
sin embargo el dolor es la transgresión básica de la individualidad.
Así, los monstruos son los habitantes de
una metrópolis abigarrada que igual compran sexo, ropa o materiales para
hacer sus obras de arte, se organizan en redes de tráfico de sustancias
ilegales o en sindicatos, se enamoran de otros que como ellos son
resultados o del azar de la naturaleza, o de la acción pensante. Y el
humano es otro monstruo entre ellos. Ni peor, ni mejor, solo una
referencia a otro conjunto de rasgos físicos y tal vez a algunas
costumbres, un indicio a través del cual ingresamos nosotros a ese
mundo.
Esta novela despliega una visión bastante
cruel de lo paralelo, no se trata de una novela sobre el futuro humano o
sobre su pasado, tal vez sea de una variación del desarrollo humano en
que los monstruos viven las vidas subyugadas que viven enormes mayorías
humanas del planeta Tierra.
El sabor añejo arriba mencionado es una
señal de época de esta obra que maneja de modo estimulante. Referencias a
tecnologías victorianas, steampunk si se quieren, y saberes
arcanos copulan en la mente de Miéville para configurar una realidad
donde, entre otros asuntos, el sistema penal, la dominación colindante y
la frontera entre magia y ciencia son reinterpretadas bajo su propia
ominosas reglas “naturales”. Modos inusitados de energía aparecen
entonces.
Valga comentar el término femtoscópico en
referencia a esos modos de energía – tranquilos posibles lectores, no
hay riesgo de que esto les dañe el goce de la obra – . La palabra existe
y está vinculada a una excitante tecnología en implementación que
permitiría postular la existencia de una ´microscopía del tiempo´. Si he
entendido bien la femtoscopia es la técnica de visión (skopeo
en griego) desarrollada para analizar transformaciones moleculares
sucedidas en femtosegundos. Éstos, a su vez, son unidades equivalentes a
10-15 de segundo.
Explotar el potencial literario contenido
en el empeño de físicos contemporáneos por urgar los confines de lo
infinitamente breve y desde tal paradoja imaginar una suerte de magia
que bien podría explicar la vida y sus misterios es lo que ha puesto a
este europeo en la mira de cada vez más personas con ganas de que las
tardes leyendo valgan la pena.
Este autor inglés apenas está en un punto
intermedio, algunos mas admirados de su fabulosa carrera dirán que en
uno inicial, y ya cuenta con aciertos que la enorme mayoría de
escritores añoran. Y se dice en general escritores para no abrumar solo a
los de ficción, en especial a los de ficción especulativa como a
Miéville le gusta situarse a sí mismo.
Acabemos diciendo que ésta, su segunda novela, recibió los premios Arthur C. Clarke y el Británico de Fantasía y fué nominada a 5 premios más del circuíto sci.fi/fantasy/fiction;
que Miéville posee las credenciales académicas que ya se hicieron norma
entre los literatos; y que está poniendo a los críticos de alta
alcurnia atlántica a cuestionarse el desprecio institucional por la
fantasía como un género menor, a pesar del lugar que ha tenido el
pensamiento utópico, distópico, de anticipación y afines en la historia
de la cultura moderna y posterior. Finalizando el boceto con
superficialidades de fondo anotamos su autoasignada ideología marxista
militante y su aspecto de peleador de octágono. Avis rara
indudablemente.
Esta reseña es el efecto de la lectura de
uno solo de sus libros, queda entonces la tarea de abordar los otros
dos volúmenes que conforman Bas-Lag: La cicatriz y El consejo de hierro,
publicado cada uno dos años después del otro. No hay que tratarlo como
un vanguardista amarillento fundándole un club de admiradores, como
permite adivinar un detalle irónico: contrario a lo que parece el Rejectamentalist Manifiesto de Miéville no es una guía para creadores sin gurú sino, apenas, el nombre de su blog (chinamieville.net).
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