martes, 5 de junio de 2012

La Estación de la calle Perdido de China Miéville


China Tom Miéville (6 de septiembre de 1972, Norwich - ), escritor británico de fantasía. Miéville nació en Willesden, un barrio de clase trabajadora al noroeste de Londres, donde ha vivido desde la infancia. Creció junto a su madre, que era profesora, y su hermana. Sus padres se separaron justo después de su nacimiento, de manera que Miéville suele decir que nunca ha conocido a su padre realmente. A los 18 años, en 1990, se marchó a Egipto, donde permaneció un año enseñando inglés. Allí desarrolló un creciente interés por la cultura árabe y la política de Oriente Medio.


Otra reseña sobre la entropía:
La Estación de la calle Perdido
[2000] por China Miéville.
Madrid: La factoría de ideas, 2001. 588 p. (Solaris ficción, 20)

Por: H. Augusto Botia*



Sarah Lee/The Guardian

En una entrevista de hace algunos años Miéville, a esa rancia pregunta de manual por la chispa que origina la escritura de varias de sus novelas emparentadas, solo responde: los monstruos. Ellos son la población de su mundo, mundo que tal vez sea un universo: Bas-Lag. Ficción que no aspira a épica ejemplarizante. Desde aquí podríamos desviarnos a comentar la opinión que dió del venerado y explotado Tolkien pero apenas dejo la referencia para que los lectores curiosos escarben.

La postura de Miéville sobre el porqué de su obra resulta bastante refrescante. Esto a causa de que no es la nuestra una época en que la imaginación utópica pueda cambiar esa idea escapadiza que llamamos realidad, ni que persigua algún lenguaje totalmente nuevo y en que prácticamente toda la producción cultural anglosajona, en especial la audiovisual, es reciclaje sin disimulo. Este libro acepta tales condiciones y en medio de la incertidumbre crea un lugar factible dado que en él lo familiar bordea la extrañeza. No finge ser un libro de otro tiempo.

El lazo entre este planeta azul y Bas-Lag es difuso, de seguro existe y sobre todo es de un retorcido sabor añejo. Ambas distopías parecen ahogarse en medio de procesos inacabados y seres monstruosos. Este es el paso que Miéville da cuando crea ese mundo familiarmente extraño. Va al corazón de la metáfora del mal como deformidad y la deja desnuda. No existe deformidad que indique maldad y sin embargo el dolor es la transgresión básica de la individualidad.
Así, los monstruos son los habitantes de una metrópolis abigarrada que igual compran sexo, ropa o materiales para hacer sus obras de arte, se organizan en redes de tráfico de sustancias ilegales o en sindicatos, se enamoran de otros que como ellos son resultados o del azar de la naturaleza, o de la acción pensante. Y el humano es otro monstruo entre ellos. Ni peor, ni mejor, solo una referencia a otro conjunto de rasgos físicos y tal vez a algunas costumbres, un indicio a través del cual ingresamos nosotros a ese mundo.

Esta novela despliega una visión bastante cruel de lo paralelo, no se trata de una novela sobre el futuro humano o sobre su pasado, tal vez sea de una variación del desarrollo humano en que los monstruos viven las vidas subyugadas que viven enormes mayorías humanas del planeta Tierra.

El sabor añejo arriba mencionado es una señal de época de esta obra que maneja de modo estimulante. Referencias a tecnologías victorianas, steampunk si se quieren, y saberes arcanos copulan en la mente de Miéville para configurar una realidad donde, entre otros asuntos, el sistema penal, la dominación colindante y la frontera entre magia y ciencia son reinterpretadas bajo su propia ominosas reglas “naturales”. Modos inusitados de energía aparecen entonces.

Valga comentar el término femtoscópico en referencia a esos modos de energía – tranquilos posibles lectores, no hay riesgo de que esto les dañe el goce de la obra – . La palabra existe y está vinculada a una excitante tecnología en implementación que permitiría postular la existencia de una ´microscopía del tiempo´. Si he entendido bien la femtoscopia es la técnica de visión (skopeo en griego) desarrollada para analizar transformaciones moleculares sucedidas en femtosegundos. Éstos, a su vez, son unidades equivalentes a 10-15 de segundo.

Explotar el potencial literario contenido en el empeño de físicos contemporáneos por urgar los confines de lo infinitamente breve y desde tal paradoja imaginar una suerte de magia que bien podría explicar la vida y sus misterios es lo que ha puesto a este europeo en la mira de cada vez más personas con ganas de que las tardes leyendo valgan la pena.

Este autor inglés apenas está en un punto intermedio, algunos mas admirados de su fabulosa carrera dirán que en uno inicial, y ya cuenta con aciertos que la enorme mayoría de escritores añoran. Y se dice en general escritores para no abrumar solo a los de ficción, en especial a los de ficción especulativa como a Miéville le gusta situarse a sí mismo.

Acabemos diciendo que ésta, su segunda novela, recibió los premios Arthur C. Clarke y el Británico de Fantasía y fué nominada a 5 premios más del circuíto sci.fi/fantasy/fiction; que Miéville posee las credenciales académicas que ya se hicieron norma entre los literatos; y que está poniendo a los críticos de alta alcurnia atlántica a cuestionarse el desprecio institucional por la fantasía como un género menor, a pesar del lugar que ha tenido el pensamiento utópico, distópico, de anticipación y afines en la historia de la cultura moderna y posterior. Finalizando el boceto con superficialidades de fondo anotamos su autoasignada ideología marxista militante y su aspecto de peleador de octágono. Avis rara indudablemente.

Esta reseña es el efecto de la lectura de uno solo de sus libros, queda entonces la tarea de abordar los otros dos volúmenes que conforman Bas-Lag: La cicatriz y El consejo de hierro, publicado cada uno dos años después del otro. No hay que tratarlo como un vanguardista amarillento fundándole un club de admiradores, como permite adivinar un detalle irónico: contrario a lo que parece el Rejectamentalist Manifiesto de Miéville no es una guía para creadores sin gurú sino, apenas, el nombre de su blog (chinamieville.net).

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