miércoles, 11 de julio de 2012

Relatos de a centavo la palabra, sobre la revista Weird Tales




Después de la I Guerra Mundial, Estados Unidos se zambulló primero en los locos años 20 (the roaring twenties) –con sus bailarinas de charleston, bandas de jazz y gángsteres que desafiaban la Prohibición– para luego caer en una resaca que se prolongó por una década, pues el crack de 1929 anunció el arribo de la Gran Depresión, con sus colas de desempleados, tormentas de arena y pobreza extrema. En aquel entonces, los estadounidenses se entretenían con las películas de Hollywood, con la radio y con decenas de revistas sensacionalistas llamadas pulp por el tipo de papel barato y áspero que empleaban para imprimirlas. Quizás la más famosa de aquellas pulp magazines fue Weird Tales, que en marzo pasado cumplió 85 años de vida y que ostenta el honor de haber publicado por primera vez los relatos de algunos de los mejores escritores del género fantástico y de horror del siglo XX.
 
Que nadie se llame a engaño: Weird Tales nunca aspiró al reconocimiento de los entendidos ni buscó crear escuela literaria. Su ánimo no era otro que el de vender miles de ejemplares amparado en relatos emocionantes y en ilustraciones de portada que sugerían sexo y parajes exóticos. Los editores de Weird Tales sabían que la población media norteamericana requería evasión y diversión, lo que podía lograrse con historias cuya trama estuviese bien urdida y que mantuviese en vilo al lector. Lo asombroso de esta revista es que trascendió sus modestos orígenes y logró acoger en sus páginas a algunos relatos que, con el paso del tiempo, habrían de convertirse en clásicos de la literatura y terminarían influyendo, en las décadas siguientes, a escritores de la talla de Javier Marías, Fernando Savater, Ray Bradbury, Stephen King y Michael Chabon, entre otros.


 La revista fue idea de un viejo periodista llamado J. C. Henneberger, quien sentía debilidad por los relatos macabros y aportó el dinero para que el primer número de la revista viera la luz en Chicago (EE UU), en marzo de 1923. Y aunque el editor original de la publicación fue Edwin Baird, éste sólo estuvo a cargo durante las primeras 14 ediciones, siendo reemplazado por su asistente, Farnsworth Wright, quien habría de convertir a Weird Tales en la revista emblemática de los géneros de ciencia-ficción, fantasía y horror. Wright también pasó a la historia como el editor que publicó los primeros relatos de ficción de H. P. Lovecraft y de Robert E. Howard, el creador de Conan el bárbaro. El ojo de Wright para descubrir talentos fue prodigioso, al auspiciar también el debut literario de dos escritores que apenas salían de la adolescencia: Clark Ashton Smith y Robert Bloch (quien en 1960 alcanzó fama mundial cuando Alfred Hitchcock adaptó al cine su novela Psicosis). No obstante, Wright también ha sido criticado por haber rechazado dos de las obras capitales de Lovecraft (En las montañas de la locura y La sombra sobre Innsmouth) y uno de los relatos más famosos de Conan el bárbaro, “La hija del gigante de hielo”.

Tras las muertes de Howard (junio de 1936), Lovecraft (marzo de 1937) y Wright (junio de 1940), Weird Tales entró en un lento declive económico, inflingido en parte por la fuerte competencia de las historietas, la radio y las novelas baratas (o ediciones paperback) hasta que fue cerrada definitivamente en septiembre de 1954. Weird Tales dejaba tras sí 279 números publicados; hoy en día algunos de estos ejemplares originales se cotizan en miles de dólares entre los coleccionistas. Robert Bloch, en entrevista concedida al historiador Graeme Flanagan, situó la “edad dorada” de Weird Tales en el período 1925-1936: “esos fueron los años en que los mejores escritores de la revista estaba en la cumbre de sus talentos. No pasó mucho antes y sólo dos escritores importantes hicieron su debut después: Fritz Leiber y Ray Bradbury (Crónicas marcianas).
Pero en esos 12 años, Weird Tales hizo una impresión duradera en el género fantástico. Creo que la longevidad de la revista obedeció a una combinación de circunstancias fortuitas: la tenacidad de un pequeño grupo de lectores que necesitaban su dosis mensual de fantasía, la paciencia de unos escritores empobrecidos que estaban dispuestos a esperar el pago de 1 centavo por palabra si el texto era publicado y el hecho de que la revista nunca cayó en las manos de un gran conglomerado editorial, que de seguro la habría cerrado al primer momento en que empezara a perder dinero. Cuando al fin murió, Weird Tales fue víctima de una epidemia que ya se había cargado a todas las revistas pulps: el boom de las ediciones paperback (de tapa blanda)”.

Bloch (1917-1994) también reivindica en esta entrevista a la editora que sustituyó a Wright, Dorothy McIlwraith, quien abrió las páginas de la revista a una nueva generación de escritores de calidad sobresaliente (y que merecerían ser conocidos mejor por los lectores de habla hispana): Manly Wade Wellman, el ya mencionado Leiber, Henry Kuttner, C. L. Moore, Theodore Sturgeon, Joseph Payne Brennan, Margaret St. Clair y hasta el mismísimo August Derleth (albacea de Lovecraft). Bloch sabía de lo que hablaba, pues fue primero un fanático de la revista (adquirió su primer ejemplar en agosto de 1927) y luego inició una correspondencia con su autor favorito, H. P. Lovecraft, quien lo entusiasmó a que escribiera ficción. Gracias a su talento y perseverancia, Bloch llegó a escribir algunos de los relatos más famosos que publicó Weird Tales, entre ellos el clásico “Suyo afectísimo, Jack el destripador”, que apareció impreso inicialmente en julio de 1943. Estos relatos de Bloch hoy se consiguen en español, editados bajo el título El que abre el camino (Editorial Valdemar. Madrid, 2007).

 De este elenco estelar de autores, Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) es quien ha tenido la influencia más profunda en el mundo literario, al desarrollar al máximo la corriente del “horror cósmico” con los mitos de Cthulhu. Esta serie de relatos, ambientados la mayoría en la región de Nueva Inglaterra, hablan de unos seres primigenios que yacen dormidos en las profundidades desde hace miles de años pero que todavía cuentan con adoradores dispuestos a brindarles sacrificios humanos que allanen el camino para su regreso triunfal a la superficie. Otros escritores colaboradores de Weird Tales, como Bloch y Derleth, también escribieron cuentos usando los mitos de Cthulhu, con lo que se creó todo un grupo literario que fue influenciado por Lovecraft y su estilo.

Robert E. Howard también fue muy aclamado, pese a que sus contribuciones a la revista eran tan abundantes que muchas de ellas resultaban de una calidad desigual; pero en Weird Tales Howard publicó sus mejores historias de Conan, de Kull y de su otra gran creación, el aventurero Solomon Kane. Finalmente, no puede hacerse un balance del legado de la revista sin mencionar al autor más popular que tuvo Weird Tales en los años 30: Seabury Quinn, creador del detective Jules de Grandin y quien ostenta el récord de hacer publicado 93 cuentos en la publicación, más que ningún otro escritor.

Lo cierto es que la revista, pese a su cierre en 1954, nunca cayó en el olvido, por lo que un nuevo grupo de inversionistas resucitó Weird Tales en 1988, reanudando la publicación con el número 280, sugiriendo así que no había habido ruptura de la continuidad. No obstante esta pretensión, resultaba obvio que la revista carecía del impacto y de la calidad que tuvo durante su “edad dorada” de finales de los años 20 y principio de los 30. En 2005, Weird Tales fue vendida a la editorial Wildside Press, adoptando una periodicidad bimensual. En un afán mercadotécnico, los nuevos dueños de Weird Tales han tratado de promover la idea de que en torno a la revista ha surgido una nueva corriente literaria llamada The New Weird, a la usanza del género cyberpunk, que vigorizó la ciencia-ficción en los años 80, pero tal afirmación carece de validez y se le ha considerado como un intento vano, por parte de los nuevos editores, de reclamar algo de la gloria perdida. Ocurre que en la literatura, al igual que en la naturaleza, los rayos rara vez caen dos veces en el mismo lugar.

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